Es miércoles y Max Luksic Lederer, de 37 años, el tercero de los cinco hijos del empresario Andrónico Luksic Craig y la argentina Patricia Lederer, está en la que fue su oficina de campaña estos meses, en un edificio de Ciudad Empresarial, un espacio más bien pequeño, con un pizarrón donde en un mapa están marcadas en rojo todas las calles que recorrió buscando votos, donde se fue haciendo conocido, donde una mujer le contó que su apellido también era Luksic, “pero yo soy de los pobres”, recuerda con una sonrisa, y donde ahora tendrá que demostrar cómo se mueve en las lides de la política. En su caso, apoyado por toda la derecha.

—A mí me recibieron siempre con los brazos abiertos y de eso estoy muy agradecido. Me dieron la oportunidad, y haber ganado la alcaldía me da una responsabilidad no menor, estar a cargo de 118.000 personas. Voy a trabajar para esas personas que creyeron en el proyecto, pero también para quienes no votaron por mí. Y ahí tengo que mostrarles que mucho de la campaña de terror que se hizo contra mí —que vengo a expropiar, a sacar los beneficios—, bueno, voy a hacer todo lo contrario. Tengo una oportunidad muy grande de demostrar que acá uno puede tener vocación, aunque venga de la familia que venga.

—¿Cree que la derecha se equivocó al convertir la votación de gobernador en un plebiscito?

—También he escuchado esa tesis, pero más que meterme a especular cosas de cómo lo llevaron de cada lado… Yo mi campaña la llevé con ideas, participativa, mostrando gestión, reconociendo también las cosas buenas que hizo Carlos Cuadrado, y cómo las podría mantener yo y mejorar, porque mucho de lo que yo escuchaba es que cuando llega un alcalde nuevo, lo primero que hace es destruir todo lo que hizo el anterior si no era parte de su sector —responde, sin enganchar con el final de Orrego vs. Orrego.

—Se lo pregunto de otra manera. ¿Apostar por liderazgos más duros, como el de Iván Poduje o por Pancho Orrego, liderazgos más “sin filtro”, como los llamaron, ¿fue un error de la centroderecha?

—Es que no sé si hay errores o no, al final la ciudadanía elige a sus líderes. Por eso, más que especular cómo lo hicieron otros, hablo de mi estrategia, que fue con diálogo, con propuestas concretas.

—En su discurso la noche del triunfo, dijo que aunque dicen que la política “es sin llorar”, esto había sido “con llorar, pero sin rencores”. ¿Por qué?

—Uno siempre escuchaba, estando en un medio de comunicación, que la política es sin llorar, pero entras y… No es que acá me hayan insultado, nunca me llegó un tomatazo, un piedrazo, nada. Pero el grito cuando uno estaba en el semáforo y de repente te decían cualquier cosa, no sé, “ladrón”, o te mostraban el dedo, igual te pega. Además, desde la gente de la política, de derecha a izquierda, que también decían cosas; o periodistas, y todo eso te va llegando. Entonces, a lo que me refería es a que al final esta cuestión sí es con llorar, porque uno llega a la casa cargado con todo eso, está tu familia, que es la que te contiene, en este caso la Loreto (Aravena), mi hija, mi familia, también, mi padre, mi madre, mi hermano. Pero lo que tienes que recordarte es que esto es sin rencor, uno está expuesto a esta crítica.

—Usted venía ya de un cargo de exposición pública, en el que probablemente varias veces hubo gente que le dijo que era “hijito de”…

—Está bien. En el Festival de Viña me pifiaron, en algunas otras cosas también me criticaron, pero eran muy puntuales. Pero la exposición no era la misma que la que estoy teniendo acá. No estaba expuesto de esta manera, nunca tuve que dar declaraciones públicas tampoco. O tener que abrir lo que uno piensa. A veces, por lo menos a mi manera de ver, nadie quiere dar este paso, porque a uno le da miedo decir lo que piensa. Y la gente te va a criticar en base a eso.

—Pero en el canal tuvo que llegar a demostrar que no estaba ahí por ser el hijo de Andrónico Luksic.

—Es que al canal no llegué de director ejecutivo, pasé tres años en operaciones, en diferentes áreas, la gente me vio trabajar, vio cómo era como persona y cuando tomé la dirección ejecutiva había un respeto del trabajo que yo venía haciendo, y eso también en los cinco años se fue demostrando.

—¿Se dio cuenta de que tenía el cuero más duro en esta campaña?

—Te diría que toda mi vida me ha tocado eso. Aunque a veces no estuviera acá y viviera fuera de Chile, también leía las cosas que decían de mi familia. Acuérdate de lo que pasó con mi padre, alguna vez lo criticaron desde el Congreso; Alto Maipo fue súper criticado a nivel nacional, el caso Lucchetti… En ese tiempo no había las redes sociales que existen hoy, pero igual uno escucha y va creando ese cuero de chancho en el camino. Pero cuando le pegan a tu padre o te dicen que tu familia es de son ladrones, obvio que duele, cuando sabes que no es así… Mi padre, mis tíos, mis tías han buscado siempre lo mejor, por supuesto para las compañías, para las personas y para el país.

—¿Qué opinó en su minuto de la estrategia que su papá tomó hace un tiempo de estar muy presente en Twitter? ¿Estuvo de acuerdo?

—Yo era de los pocos de mis hermanos que decía que no se debería meter. Encontraba que era un error y me equivoqué. Porque lo acercó a las personas y en ese minuto sacó a los intermediarios, que eran los medios de comunicación. El respondía directo y ya no había especulación. Se paró de especular ciertas cosas que muchos medios digitales decían, y ¡qué iba a especular alguien cuando lo estaba diciendo él!

El primer político de la familia

—Si estaba tan contento en el canal, es raro que se haya ido.

—Sí, estaba súper feliz y también quedé a medio camino, no terminé el trabajo que venía haciendo con todo mi equipo, pero la razón fue lo que estaba pasando a nivel país, que me tenía muy preocupado. Y ahí dije ¿qué puedo hacer yo?, porque uno critica también, uno dice, “bueno, ya va a llegar alguien que nos va a venir a mostrar el camino, a salvarnos”. Y entre esperar eso… También veía que mucha gente —tema muy en la discusión hoy— se estaba yendo de Chile. Bueno, yo no me quiero ir, quiero seguir aportando acá, y en base a eso dije: qué mejor que meterme a la política a aportar, al sector público.

—¿Es cierto que su familia no estaba de acuerdo con que se viniera a una campaña política para ser alcalde?

—Todos se sorprendieron, por supuesto, y como cualquier familia lo último que quiere es tener a un miembro familiar al que lo estén insultando. Pero lo que les decía era que, al final, si no nos volvemos a encantar con la política, no hacemos algo diferente, apoyando desde dentro, todo lo que hagamos como grupo, como empresarios o por el sector privado va a tocar techo, porque las políticas públicas no se están haciendo bien. Por eso necesitamos gente preparada, con capacidad de diálogo y de llegar a puntos de encuentro.

—¿Le gustaba la política de chico? Su familia no ha sido muy política.

—Bueno, soy el primer político de la familia. Pero al final, ¿qué es la política? Todos hacemos política en cierto sentido, entre las discusiones familiares, la junta de vecinos, uno dialoga, y está involucrado de cierta manera.

—Pero usted no es muy ideológico, digamos.

—No sé. Con mi señora somos de sectores diferentes y la amo, la quiero mucho, y nos hemos complementado. Y eso te demuestra que ella y yo, tenemos capacidad de diálogo y podemos llegar a puntos de encuentro.

Max Luksic estudió en The Grange School hasta cuarto medio, pero se fue antes dos veces de intercambio a Estados Unidos, a los 12 y a los 15 años.

—Eso me ayudó a independizarme, a conocer diferentes culturas —cuenta.

Después estudió en Babson College, en Boston, y luego obtuvo un máster en Administración de Empresas en Les Roches International School of Hotel Management, en Suiza. Dice que trabajó de mesero, lavando platos y estuvo en la cadena de hoteles del grupo Luksic en Hong Kong y Croacia.

—¿Pasó por alguna etapa de querer vivir fuera para siempre y que nadie lo conociera?

—Es que yo amo a Chile. Siempre me ha encantado. Trabajé fuera mucho tiempo; mi papá siempre supo que yo quería volver y cuando se me dio la oportunidad con Canal 13, la tomé altiro. Me encanta Chile, soy de las personas que prefiere agarrar un avión y estar en Antofagasta que estar en Europa.

Sus padres se separaron cuando era adolescente.

—Yo tenía 15, 16 años y ya sabía un poco lo que venía. Le pegó más, creo, a mis hermanos chicos. Como cualquier separación, no es fácil para un hijo, pero siempre tuve muy buena relación con ambos, hicieron bien las cosas, siempre nos dieron tiempo. Cuando éramos más chicos pasábamos menos tiempo con mi papá, él viajaba mucho, pero no le saco en cara eso porque sé lo que estaba haciendo, y hoy, estando yo en este lado, viendo lo que han hecho, se entiende también. Y al final es lo que a uno le gusta hacer también.

Varias veces repite que una de las lecciones que le dejaron sus padres, su abuelo, su familia, fue “nunca olvidarnos de dónde venimos”.

—Me refiero a que uno nunca tuvo todos estos recursos, el privilegio que es estar donde estás. Fueron familias muy trabajadoras, humildes también, de donde vino mi tatarabuelo, mi abuelo, y fueron creciendo y tomaron buenas decisiones. Mi abuelo tenía una frase que me encantaba, que decía que algunas personas que llaman a la suerte no siempre llega, hay que buscarla. Mi padre y mi madre nos criaron con los pies en la tierra, saber que donde estamos, donde nacimos, todo lo que tenemos es realmente…

—Un privilegio.

—Sí, y más que un privilegio, también una responsabilidad.

—¿Y cuándo se dio cuenta de que ser millonario en Chile era odiado?

—Viví harto tiempo fuera de Chile. Pero uno podía sentir —cuando volvía para Navidad o Año Nuevo—, de repente que había un poco de odio. Y no sé si directamente hacia los millonarios, pero empezó a crearse un odio entre clases, entre el sector político, empresarial, y eso lo fui sintiendo de 2011 para adelante. Pero para mí, el apellido Luksic siempre ha sido un orgullo, de todas maneras.

—Usted ha dicho que nadie le pidió plata durante la campaña, ¿realmente fue así?

—Bueno, así es. Lo único que me decían fue, “Max, nosotros buscamos oportunidades”.

—¿Y usted no podría caer en la tentación de ayudar a alguien, poner plata en algo, junta de vecinos, club de fútbol?

—Mi rol será alcalde de Huechuraba, yo voy a manejar los recursos públicos. Hay fundaciones, yo estoy desligado de todo, y ayudaré a ser un puente para llegar a ellos. Hasta ahí voy a llegar no más, pero no puedo influir en eso, no puedo pedir ni llamar, porque no me corresponde.

—Más de alguien comentó que cómo no iba a ganar si ofreció traer la escuela del Real Madrid a la comuna.

—(Se ríe) Hicimos un convenio con el Real Madrid para ayudar a todo lo que son los talleres de deporte, se ha hecho en otras comunas, y es una gran oportunidad para los jóvenes que el día de mañana pueda venir Iker Casillas, alguno de los embajadores, y que después ellos puedan viajar a Madrid a conocer el estadio y entrenar. Así que lo veo como un beneficio. Si alguien piensa que por eso gané, cada uno está bien con su cuento, pero nuestro trabajo en la comuna fue mucho más que eso.